jueves, 4 de junio de 2009

Depredadores sanguinarios

Es probable que una de las primeras imágenes que vienen a nuestra mente después de escuchar la palabra “tiburón”, sean dientes, sangre, peligro o tal vez recordemos aquella serie de películas que a finales del siglo pasado llamó nuestra atención hacia uno de los grupos zoológicos más interesantes que hay en la naturaleza. A pesar de ello, los tiburones están lejos de ser los depredadores despiadados que el cine norteamericano nos ha presentado durante los últimos años, por el contrario, son animales muy bellos que desempeñan funciones valiosas en los ecosistemas marinos.
Los tiburones y las rayas pertenecen a un grupo de organismos que se conocen como elasmobranquios, y una de sus principales características es el de poseer un esqueleto de cartílago en lugar de hueso como el resto de los peces. Otra característica importante de estos organismos son los llamados órganos de Lorenzini, que son unos receptores muy sensibles a los campos eléctricos. Debido a su sensibilidad, los órganos de Lorenzini les permiten cazar a sus presas, estos órganos también son capaces de reconocer las variaciones en el campo electromagnético de la Tierra y de esta forma se guían en sus migraciones alrededor del mundo.
Los elasmobranquios son un grupo muy antiguo de peces, aparecieron durante el periodo Devónico hace más de 340 millones de años. Haciendo cuentas, los tiburones aparecieron mucho antes que los dinosaurios, los acompañaron durante todo su reinado y 65 millones de años después de su extinción, los tiburones siguen aquí.
En México existen más de 100 especies de tiburones, algunos de los más espectaculares son el tiburón blanco, el tiburón martillo y el imponente tiburón ballena. Uno de los lugares en donde pueden apreciarse con mucha facilidad a ejemplares de este último es en el Mar Caribe, ya que esa zona geográfica forma parte de la ruta de migración de estos peces, por cierto, el tiburón ballena es el pez más grande del mundo, llegando a medir hasta 18 metros de largo. El tiburón blanco y el martillo pueden observarse con relativa facilidad en las fría aguas del Mar de Cortés debido a la abundancia de lobos marinos, una de sus principales fuentes de alimentación.
En las últimas décadas la captura de tiburones se ha incrementado de manera notable, se estima que cada año son capturados entre 26 y 72 millones de animales, pero lo más triste es que son capturados únicamente para cortarles la aleta y el resto del animal se desecha. Esta práctica surge a partir del incremento de la demanda por parte de China. La aleta de tiburón es utilizada para preparar platillos de alta cocina muy demandados en aquel país.
En el mercado internacional un kilo de aleta de primera se cotiza en 100 dólares. La calidad de la aleta depende entre otros factores de la especie, el tipo de corte y el tamaño. Tal como sucede en otros ámbitos del comercio, la mayor parte de las ganancias son acaparadas por unos cuantos intermediarios, siendo menos favorecidos los pescadores que además realizan el trabajo más peligroso. Ante estos hechos es fácil llegar a la conclusión de que el depredador más sanguinario es el propio ser humano.
Desafortunadamente en nuestro país todas las especies de tiburones están catalogadas como “explotadas al máximo sostenible”, entre estas especies podemos citar al tiburón blanco, el tiburón ballena, el tiburón peregrino, el pez sierra y la manta gigante. La explotación es tal que se estima una reducción del 50% de las poblaciones.
Pero no todo son malas noticias, a nivel internacional nuestro país a firmado varios convenios en donde se compromete a implementar medidas que protejan a las poblaciones de tiburones como la conformación del Grupo Técnico de Trabajo para el Manejo de Tiburones, auspiciado por la FAO.
En 2007 fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la Norma Oficial Mexicana 029 (NOM-029) para la pesca responsable del tiburón y especies afines. Esta NOM-029 prohíbe la pesca de tiburones en su ruta de migración y lugares de crianza de la ballena gris, también prohíbe el aleteo, brinda total protecciones a los tiburones blanco, peregrino, sierra y manta gigante, define el tipo y tamaño de los dispositivos utilizados para su captura además de formar un grupo de observación formado por especialistas a bordo de las embarcaciones comerciales tiburoneras.
La labor es muy difícil, pero gracias al trabajo de científicos como el Dr. José Leonardo Castillo Geniz, del Laboratorio de Ecología Pesquera del CICESE en Ensenada, Baja California y sus colaboradores, es posible que en un futuro los seres humanos dejemos de ser depredadores sanguinarios y aprendamos a convivir con todas las especies del planeta.
Para mayor información
Guerrero M., V. (2007) Al rescate de un depredador formidable ¿Cómo ves? 9(105):10-15
Castillo-Geníz, J.L. (2009) Conservar los tiburones. Biodiversitas. (84):1-5.

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